Padre, me pongo en tus manos. Mi orgullo y mi vanidad son una amenaza constante. Aunque intento sacudírmelo, el polvo del camino se me pega a los zapatos. Aunque quiero tener mi mirada fija en Tí, me detengo a cada momento a coger las flores que encuentro...
Señor enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas.
Haz que camine con lealtad:
enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas:
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores:
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
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