LAS RELIGIOSAS CONTEMPLATIVAS SON EL CORAZÓN DE LA IGLESIA (SAN JUAN PABLO II)
Exactamente eso somos las contemplativas, formamos el Corazón de la Iglesia , y desde él impulsamos todas las demás vocaciones que el espíritu Santo suscita en el Cuerpo Místico. Nosotras no sabemos, porque no se ve, dónde o en quién recae el fruto de nuestra oración, pero sabemos que nada de cuanto vivimos, sufrimos, gozamos y ofrecemos se pierde. Dios lo recoge todo y va dando a cada uno lo que necesita; dicho de otro modo: en el Corazón de Dios se van almacenando nuestras vidas hechas oración, y allí se transforman en Gracia que El va derramando según convenga.
Exactamente eso somos las contemplativas, formamos el Corazón de la Iglesia , y desde él impulsamos todas las demás vocaciones que el espíritu Santo suscita en el Cuerpo Místico. Nosotras no sabemos, porque no se ve, dónde o en quién recae el fruto de nuestra oración, pero sabemos que nada de cuanto vivimos, sufrimos, gozamos y ofrecemos se pierde. Dios lo recoge todo y va dando a cada uno lo que necesita; dicho de otro modo: en el Corazón de Dios se van almacenando nuestras vidas hechas oración, y allí se transforman en Gracia que El va derramando según convenga.
La vida contemplativa es una forma privilegiada de anunciar a los hombres la
llegada del Reino y de invitarlos a la conversión. Si un
monasterio contemplativo es fiel al Espíritu plantea constantemente a los
hombres interrogantes muy profundos sobre el sentido de la vida y de la
muerte, la esperanza y el amor, el sufrimiento y la alegría, el tiempo y
la eternidad. Es imposible que ante la realidad - humanamente inexplicable
- de una comunidad alegre y normal, los hombres no se
pregunten alguna vez si existe Dios o si vale la pena buscarlo.
La vida contemplativa participa a los demás el fruto de su contemplación. Y es así como es evangelizadora. El valor del hombre no está en tener más, en hacer más, sino en ser más. Cuando la contemplación es auténtica -verdadero encuentro con el Dios Amor-, señala y abre a los hermanos caminos para una plena y gozosa realización humana.
La vida contemplativa participa a los demás el fruto de su contemplación. Y es así como es evangelizadora. El valor del hombre no está en tener más, en hacer más, sino en ser más. Cuando la contemplación es auténtica -verdadero encuentro con el Dios Amor-, señala y abre a los hermanos caminos para una plena y gozosa realización humana.
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